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Sunday, July 18, 2010

revista de juguetes.


Tienes los pies colgados con una distancia grande entre ellos y el suelo. una fotocopia bien producida de tus dos huellas, aunque en el piso se ven más grandes. como si reflejaran el tamaño de pie que en unos años vas a tener. pero eso ahora no lo sabes porque eres sólo un niño con una revista de juguetes.


Estás ahí, mientras esperas en el hospital público Ramos Mejía a que atiendan a tu abuela, a la que llamas mamá. quizá porque la tuya murió hace tiempo o se olvidó de ti, pero eso ahora no lo sabes porque eres sólo un niño con una revista de juguetes.


La pones a tu lado derecho y empiezas a hojearla de atrás hacia adelante y pasas una, dos, tres, cuatro, todas las páginas como si buscaras algo que antes habías visto. La volteas de nuevo y empiezas otra vez de atrás hacia adelante, una vez más sin detenerte. regresas a la contraportada y haces la misma dinámica, cuentas las hojas por género: pasas las rosas, esas son para las nenas. pasas las azules pero no te detienes.


De pronto, en una página, ves a los Power Rangers y se lo dices a tu abuela que ahora te acaricia la cabecita. escoges el rojo, el que tiene más poder y lucha contra los malos del mundo. para ti los malos son seres disfrazados, y creeme que no cambian mucho en la vida adulta, igual no se ven, igual se camuflajean en altos mandos, en caras de bondad fingida y conveniente. pero eso ahora no lo sabes porque eres sólo un niño con una revista de juguetes.


Fijas tu mirada en esos cuatro muñecos y recuerdas haberlos visto en la televisión todas las noches cuando te regresan de la guardería en la que has estado todos tus años. las manos de las enfermeras te resultan familiares desde bebé. Escuchabas entonces el llanto de otros tantos, TANTO, que se convertía aquel escándalo en la canción de cuna que te arrullaba y te quedabas dormido hasta que tu abuela te llevaba de vuelta a la casa. pero eso ahora no lo sabes porque eres sólo un niño con una revista de juguetes.


Ahora cruzas los pies y sigues clavado en esa página con tus manitas entumidas de lo fuerte que la sostienes. faltará mucho todavía para que atiendan a tu abuela. ella tiene la ficha 130 cuando dan las diez de la mañana y todavía ni siquiera ha pasado la chica de enfrente con el número 110. esa chica que escribe alguna tarea pendiente y que apenas puede, porque tiene las manos bien hinchadas y la boca y los ojos que a penas se asoman entre sus párpados salados.


Son las diez de la mañana y el hospital está lleno. hay ahora más de 150 personas esperando en la sección de alergias y ni se diga de otros pabellones más populares como el de las afecciones respiratorias o las digestivas, o últimamente oncología: la epidemia más reciente que va con el dolor a causa de la incertidumbre y angustia de las vidas rencorosas.

pero eso ahora no lo sabes porque eres sólo un niño con una revista de juguetes.


Tomas la revista con las dos manos y te la topas en la frente como para recordar el lugar en dónde has visto a los Power Rangers y quizá te acuerdas de nuevo que en la tele. Sí. Vuelves a aquel sillón entre mostaza y café con manchas de salsa catsup que has derramado cuando los ves cada noche a las ocho en punto cenando un hot dog que te prepara la abuela y que lo parte en mil para que no te le vayas a atragantar. en los comerciales le pides otro y ella te dice que "tanto hace daño" ; pero en realidad, quisiera darte otros tres o cuatro porque te ve tan flaco, tan palidito, con esas costillas punzantes como si "don hambre, el afilador" acabara de hacer su trabajo. y debajo, una pancita con bichos dentro, bichos de la mamila que compartes con los otros tantos en la guardería.


Hace poco te llevaron al hospital porque una noche no parabas de llorar y vomitar. la fiebre te subía muy alto y te pusieron hielos sobre toda la piel. tu abuela lloró mucho aquella noche, tenías entonces una infección que casi te deja ahí dentro por un mes. Pero eso ahora no lo sabes porque eres sólo un niño con una revista de juguetes.


El señor de enfrente ya pasó al consultorio, quizá falte poco para su turno. ahora tu juegas con las manos y tu boca. parece que ya te cansó la revista. haces trompetillas y con las manos formas un avión que despega desde el banco hasta la cabeza con spray de tu abuela. no hace falta preguntarte lo que ves porque yo también lo veo. veo la pista larga, escucho el sonido del avión y lo veo volar entre esas nubes blancas que han visto pasar pericos, colibríes, tucanes, palomas, águilas, halcones, y quizá pronto algún zopilote. y ahí estás tú, volando con los dedos en la cabeza de tu abuela, del amor de tu vida, de la madre más linda. y tus dedos juegan ahí. no es más un avión, ahora es un niño. quizá algún pasajero que cayó de la nave, y pasas ahí un rato haciendole cariñitos a la señora bendita con los tobillos cansados, a la señora de las nubes blancas.


La voz de una enfermera interrumpe aquél momento, grita: 13o! rosa! y tu abuela a penas dice: presente. entonces vas con ella de la mano.


Al entrar, la doctora los hace sentarse en dos sillas frente a su escritorio. aún tienes la revista en la mano hecha rollito.

miras fijamente a esa mujer. te impresiona su bata blanca, reluce y hace que te duelan los ojos, esos ojitos cafés a medio tapar por el fleco despeinado de tu frente. y empiezas a hacer con la nariz como hacen los conejos. debe ser el olor del cloroformo. el mismo que usan para preservar los cuerpos en los anfiteatros. esos cadáveres que a días de morir tienen todavía crecimiento capilar y se ven ahí dentro de tinas con la piel resbalosa y fría, con los ojos secos como de pescado, con cebo en dónde antes quizá hubo una rubia, trigueña o pelirroja. esos cuerpos que son llevados ahí cuando nadie los reclama. esa gente que muere y punto. esas personas que no reciben arreglos florales, ni fotografías encima de la tumba, ni velorios, ni entierros, ni una lectura memorable acerca de su vida ni llantos desgarrados frente a su lápida. esos cuerpos que nadie sabe a qué alma pertenecen; pero que seguramente fueron hermosas como todas las demás. de cualquier modo el mundo sigue su curso, las personas lloran pero deben olvidar para seguir viviendo hasta que mueran también. te darás cuenta pronto, aunque ahora no lo sepas porque eres sólo un niño con una revista de juguetes.


La doctora revisa a tu abuela y no se ve tan contenta. tu vas hacia la báscula del consultorio. te subes y te pesas. la báscula marca 50 kilogramos, ciertamente mucho más que tu peso real. y juegas ahí por horas, comienzas a desesperarte y entonces te muerdes las uñitas. quizá no lo relaciones todavía pero hacías lo mismo cuando tu abuelo no llegaba a la casa. se sentaban los dos en el sillón a esperarlo y cuando por fin lo veías en el marco de la puerta, se veía tan cansado que iba directo a su cuarto.

Entonces tu abuela te llevaba con él para darle unos besitos y para que el te acariciara y olvidara su desgracia con tu cara, con tu risa, con tu encanto inocente.

el abuelo que murió hace unos años cansado de buscar a qué dedicarse, cansado de tratar de poder, cansado de intentar ser fuerte cuando ya no lo era, y tenía que pretenderlo.

en este mundo el que no puede, no trabaja, y el que no trabaja, no come y seguro que se cansa.

cuando era joven trabajó mucho y en tiempos prósperos era dueño de muchas hectáreas, pero vino la revolución y un día al despertar, después del sudor de tantos años, las vió arder en llamas.

Después de eso, fue difícil producir otra vez. pero eso ahora no lo sabes porque eres sólo un niño con una revista de juguetes.


Hay en el escritorio de la doctora un bote con dulces. tomas uno, lo desenvuelves y te lo metes a la boca junto con tres dedos, todos chupados los secas en tu camisa. la doctora le dice a tu abuela que tendrá que internarla, quizá por unos días, no especifica cuántos y tu entiendes lo que significa. entiendes que la abuela no volverá hoy en la noche contigo. ella te toma de la mano y salen al corredor junto a la doctora. tu abuela te besa en la frente como te besaba tu abuelo y te da la bendición. hueles por última vez esas nubes bañadas de olor a rosas y se te cae la revista al suelo. rodeas a tu abuela y le dices que la quieres mucho. ella te dice que vayas a casa y que no te olvides del que siempre te acompaña y al que siempre le reza. le salen algunas lágrimas y tu se las secas. recoges tu revista y sales del hospital caminando por una banqueta con árboles copados y ruido alrededor. de pronto en una esquina ves una tienda de juguetes. es enorme y se te ilumina la cara. una mujer con una bitácora para anotar tus datos sigue tus pasos pero a ti no te importa quién es, sólo sabes que te acompañará a casa. es una mujer bonita y joven, te transmite algo especial, quizá sea tu primer amor , como el amor de la maestra del kinder. Ella te sonríe porque eres un niño realmente lindo. seguramente trabaja para el hospital y te llevará a recoger tus cosas para entregarte a un nuevo hogar.


Aquí doblo a la derecha.


Te veo parado afuera de la tienda de juguetes, viendo esos power rangers, queriendo ser el rojo...


No sé qué pase contigo, el de los piececitos colgados, y tú tampoco. porque ahora eres sólo un niño con una revista de juguetes.





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